La familia de Carlos IV es un
retrato de Francisco de Goya.
Actualmente está en el Museo del Prado, pero fue realizada en Aranjuez desde
abril de 1800 y durante ese verano.
Goya tuvo una formación artística
importante, buena y consolidada, y fue tan gran pintor que no se le puede
encasillar en ningún estilo. Fue un pintor comprometido con la época que vivió;
pintaba siguiendo su intuición y alejándose de su entorno.
El contexto histórico en el que se
mueve la pintura de Goya es la segunda
mitad del siglo XVIII y el primer tercio del siglo XIX, justo cuando se
está produciendo el paso de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea, el paso
del absolutismo monárquico a una nueva sociedad liberal. En 1800 Francisco de
Goya consiguió el título de pintor de cámara del rey Carlos IV, tiene en esos
momentos 54 años de edad y es bien conocido por sus dotes como retratista. Es
entonces cuando se le encarga efectuar una gran obra en la que se retrate a la
familia real al completo.
La familia de Carlos IV es un retrato de óleo sobre lienzo con 280 cm de alto x 336 cm de ancho.
Lo componen catorce personajes. En él, Goya rinde homenaje a Velázquez y su
lienzo las Meninas. El artista recoge a los personajes en tres grupos para dar mayor movimiento a la obra, así en la derecha
del cuadro en una gama fría está el grupo presidido por el príncipe heredero
(Fernando VII), y donde aparece una muchacha sin rostro que es la supuesta
futura mujer de Fernando. En este grupo aparece Goya autorretratado. En la izquierda
en una gama cálida se encuentran los Príncipes de Parma que llevan en brazos al
pequeño infante. Y por último, en el centro y como figuras principales,
aparecen los monarcas con sus dos hijos menores.
Lo que más interesa al pintor es
captar la personalidad de los
retratados, fundamentalmente de la reina, auténtica dominadora en la familia, y
la del rey, con cierta pose ausente.
La composición de este lienzo es compleja
de realizar; parece simétrico pero no lo es. El centro de la composición lo crea
el niño de rojo que junto al marco del cuadro crea una gran línea vertical que
separa ambas partes. Sobre este esquema general el propio tema genera un
esquema bastante monótono, lleno de verticales formadas por las propias
figuras; pero que crea gran movilidad en un cuadro de personajes quietos.
Estilísticamente destaca la pincelada suelta, que realiza las
formas a través de pequeños manchones; desde una distancia prudente parece que
ha detallado todas y cada una de las condecoraciones, pero al acercarse se
aprecian claramente las manchas.
Goya gracias a la luz y al color
consigue dar variedad a los volúmenes y ayuda a diferenciar los distintos
planos en profundidad. Los colores predominantes son los cálidos, en especial
los dorados, y rojos.
La luz juega varias funciones en el cuadro: por una parte dará mayor
importancia a Maria Luisa que relumbra con su vestido. Por otra parte, tiene
que ver con la creación del espacio. En primer lugar coloca en el fondo cuadros
que abran una mayor perspectiva y en segundo, juega a crear bandas horizontales
de luz y sombra de forma consecutiva.
Este lienzo es realizado en la
etapa más creativa de Goya, ya sordo y que ha iniciado un camino cada vez más
subjetivo, ácido y crítico. Llama especialmente la atención la sinceridad de
sus retratos, en los que mostraba las personalidades de los personajes
retratados. El resultado de la composición recuerda voluntariamente a las
Meninas de Velázquez, tal como el artista sevillano, Goya se retrata mirando al
espectador junto al caballete en la penumbra de uno de los márgenes del cuadro.
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