sábado, 14 de marzo de 2015

LA INMACULADA DE ALONSO CANO
La inmaculada de Alonso Cano (1655-1656) es una pequeña escultura del barroco exenta de bulto redondo.

Alonso Cano es uno de los máximos representantes de la escultura andaluza, el cual se formó en Sevilla. Además es una persona que durante su vida trabajó la escultura, la pintura y la arquitectura y uno de sus principales maestros fue Francisco Pacheco, del cual copió toda iconografía religiosa.

Es un escultor con una vocación clasicista muy marcada, persigue la belleza ideal al igual que obras del arte italiano. Sus figuras son tranquilas y reposadas con rostros y actitudes con cierta melancolía, que destacan por la finura y delicadeza que transmiten. Además se interesa por las características de la escultura del manierismo, sobre todo en las figuras que se ensanchan en el centro y se estrechan en la cabeza y la cabecera, como muestra en esta escultura. Cano prefiere figuras infantiles huyendo del dramatismo.

Esta inmaculada se conserva en la Catedral de Granada y mide tan solo 50cm. En un principio estaba pensada para colocarse en el facistol(un gran atril para sostener los libros de cantos)del coro de la Catedral, pero como era tan pequeña y la gente no podía contemplarla tuvieron que trasladarla a la sacristía, que es donde se encuentra actualmente.

La inmaculada se caracteriza por ser una figura muy juvenil, representando a la Virgen María, aparentemente de unos 12 años, queriendo representar la idea de inocencia, con un rostro distanciado y melancólico. Esta aparece concentrada en sus sentimientos más íntimos sobre el privilegio y el dolor de ser la Inmaculada como madre de Dios

Esta es la Inmaculada más juvenil, ya que otras como la de Gregorio Fernández parecía tener más de 20 años y la de Juan Martínez Montañés aparentaba unos 17 o 18 años.

La estructura de esta escultura, sigue las características del manierismo, como ya hemos dicho antes, usa la silueta en disminución, ensanchándose en el centro y adelgazando la base.

La base es pequeña; no se trata de la típica peana de una escultura, sino que tiene forma de nube. Esta es pequeña en relación con el cuerpo de la Inmaculada que ha de sustentar. Estas  nubes se adornan con unas caras de tres querubines que se entremezclan entre ellas, como si formaran parte de las propias nubes, lo que espiritualiza la obra. Y a partir de aquí surge la figura, aumentando progresivamente esa espiritualidad.

Sobre las nubes y los querubines se sitúa un movimiento ascendente de figura humana espiritualizada. El manto tienes grandes pliegues, Alonso Cano aligera la base, en torno a los pies. Observamos la diagonal que el manto azul inicia en la base, y que lleva la mirada del espectador hasta el rostro y manos; son estas las dos pinceladas más claras del conjunto y donde Cano concentra su maestría espiritual. Era habitual que un hombro quedara libre del manto.

Hay que destacar la cabeza dirigida suave y levemente hacia la izquierda, mientras las manos, desviadas hacia la derecha, se juntan rozándose en la punta de los dedos. La mirada, perdida en lo profundo, no se dirige al espectador sino a su interior.

También podemos observar un estrechamiento en los extremos superior e inferior; que nos da un efecto donde parece que la Virgen está suspendida en el vacío.

Con respecto a sus ropajes, los pliegues son cortantes lo que crea claro-oscuros. Esta obra está influenciada por el renacimiento ya que esta esculpida en madera policromada, destacando colores como el azul del manto y el verde de la túnica. La policromía de la obra la realizó el propio Alonso Cano ya que como hemos dicho antes también era pintor, aunque aquí no usó el estofado, tan presente en los escultores andaluces de la época.

Otros elementos, como la pierna que se adelanta, la mirada lateral de la Virgen, el ritmo helicoidal, etc., contribuyen a dar la belleza clásica y a romper la frontalidad de esta obra.
Por último, la inmaculada será un ejemplo para otras  esculturas como la de Antonio Cano.











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