sábado, 14 de marzo de 2015

LAS HILANDERAS
Este cuadro lleva el nombre de “Las Hilanderas” y su autor es Diego Velázquez. Nació en Sevilla en 1599 y falleció el 9 de Agosto de 1660. Fue un pintor barroco, el cual es considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal. Sus primeros años los pasó en Sevilla donde comenzó a pintar desde muy joven en un taller propio y posteriormente en el taller de Pacheco, su maestro. En Sevilla desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor de la Casa Real y le otorgan caballero de la Orden de Santiago.
Su trabajo consistía en pintar retratos para los monarcas y cuadros para decorar las estancias reales. Realizó varios viajes a Italia por recomendación de Rubens donde conoció desde la pintura más antigua hasta la de sus días. El viaje a Italia le permitió evolucionar en su estilo de pintar, pero concretamente en el trabajo de la luz y la pincelada rápida y suelta.
Su contexto es el Barroco el cual se desarrolló en los siglos XVII y primera mitad del siglo XVIII. Se consideró una obra anterior a “Las meninas” (1656), pero actualmente las fechas de su realización son sobre el 1657-1659. Esta obra fue realizada para D. Pedro de Arce, Montero del Rey.
En cuanto al análisis técnico se trata de un óleo sobre lienzo, además es una imagen figurativa porque es semejante a la realidad y un retrato colectivo ya que se aprecian diferentes mujeres. Es sedente ya que las hilanderas aparecen sentadas y representa la figura completa. Esta pintura se trata de una escena porque aparecen las hilanderas trabajando con sus ruecas para obtener el hilo.
En la imagen hay dos escenarios claramente diferenciados por su iluminación. Menos iluminado aparece el taller donde unas mujeres se encuentran desarrollando diversas tareas del proceso de hilado. A nuestra izquierda una mujer con la cabeza cubierta, trabajando con una rueca mientras mantiene una conversación con una joven que descorre una cortina roja. A la derecha, hay una mujer que aparece de espaldas al espectador hilando un ovillo de lana, mientras a su lado aparece medio cuerpo de una joven portando un cesto. En el centro de la composición, vemos otra joven de la que apenas vemos el rostro y se agacha para recoger los restos de lana, mientras un gato juega con un ovillo. Al fondo hay una escalera de dos peldaños la cual conduce a una segunda estancia más iluminada, donde se exponen los tapices del taller, 3 jóvenes elegantemente vestidas, contemplan a una figura con casco que interpretamos como Atenea, esta levanta la mano frente a otra joven, Aracne, retándole a realizar un tapiz que representa “El rapto de Europa” de Tiziano, el cual admiraba Velázquez.
Este primer plano es realista y el segundo plano es idealista, ya que se trata de un tema mitológico, en concreto la fábula de Aracne cuya inspiración literaria deriva de la metamorfosis de Ovidio. El contenido de la fábula narra la historia de la joven Aracne, una hábil tejedora de Libia que era muy considerada por su trabajo. Sus admiradoras le decían que parecía que la misma Atenea le hubiera enseñado a lo que la joven contestaba que la diosa no tenía nada que enseñarle. Atenea, enfadada, por la soberbia de Aracne, bajo al taller de esta disfrazada de anciana para aconsejarle que no hablara así de la diosa. Aracne no hizo caso, por lo que Atenea decidió presentarse ante la muchacha con todos sus atributos de su poder y retarla a hacer un tapiz para ver quien lo realizaba mejor. El tapiz que tejió Aracne era lo suficientemente bueno como para que Atenea se sintiera molesta, pues además la joven representó en el las aventuras galantes de Zeus, padre de Atenea. Esta cuando contemplo el tapiz llena de ira golpeo a Aracne con su lanzadera convirtiéndola en araña y condenándola a tejer eternamente.
Es igualmente destacable el dominio que demuestra Velázquez en esta obra de la perspectiva aérea, de manera que las figuras parecen difuminare fruto de la atmósfera que las envuelve, esto es, el efecto atmosférico, la sensación de que entre las dos figuras hay aire que distorsiona los contornos.
Respecto a la paleta de colores es muy reducida, constando de ocres, marrones, rojos y azulados, mientras que los pigmentos son aplicados muy disueltos con pinceladas sueltas utilizando manchas, como en el caso del gato o el rostro inacabado de la mujer del centro, y aplicando capas de color, que de cerca solo parecen manchas pero que al alejarnos cobran sentido. Los contornos son poco definidos como consecuencia de la manera de trabajar del pintor, rápida, con seguridad en la pincelada, con un dominio del color y la pincelada sobre el dibujo.
El artista consigue anticiparse al impresionismo en 250 años.
La luz es diferente, en el primer plano es oscura y en la segunda escena aparece más luminosidad. Proviene de una posible ventana por tanto, es natural, habiendo un único foco de luz, siendo admirable que con tan poco colorido se obtenga esa excelente luminosidad.
Velázquez ha sabido dar sensación de movimiento, como se aprecia en la rueca, cuyos radios no vemos, parece quedar detenida en un momento continuo y en la figura de la derecha que devana la lana con tanta rapidez que parece que tenga 6 dedos. El autor parece detener el tiempo en un instante fugaz.
Como característica no solo del autor sino del Barroco, el autor juega desde el primer momento con la interpretación del tema. Así logró la apariencia de una escena cotidiana que esconde una interpretación con sentido mitológico.
Podemos igualmente como Velázquez al final de su vida, rinde tributo a algunos maestros que más influyen a lo largo de su carrera como hace con Rubens y  su “Rapto de Europa” o al reproducir en una de las jóvenes de nuestra derecha, casi de manera exacta, la postura de uno de los Ignudis de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, que seguramente contemplaría en uno de sus viajes a Italia.
Como finalidad del cuadro Velázquez quiere indicarnos que la pintura es un arte liberal, igual que el tejido de tapices, no una artesanía como la labor que realizaban las mujeres.





Desirée Tavira e Irene Doñate.




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