LAS HILANDERAS
Este
cuadro lleva el nombre de “Las
Hilanderas” y su autor es Diego Velázquez.
Nació en Sevilla en 1599 y falleció el 9 de Agosto de 1660. Fue un pintor barroco, el cual es considerado
uno de los máximos exponentes de la
pintura española y maestro de la pintura universal. Sus primeros años los
pasó en Sevilla donde comenzó a pintar desde muy joven en un taller propio y
posteriormente en el taller de Pacheco, su maestro. En Sevilla desarrolló un
estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio. A
los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor de la Casa Real y le otorgan caballero de la Orden de
Santiago.
Su
trabajo consistía en pintar retratos para los monarcas y cuadros para decorar
las estancias reales. Realizó varios viajes a Italia por recomendación de
Rubens donde conoció desde la pintura más antigua hasta la de sus días. El
viaje a Italia le permitió evolucionar en su estilo de pintar, pero
concretamente en el trabajo de la luz y la pincelada rápida y suelta.
Su
contexto es el Barroco el cual se
desarrolló en los siglos XVII y primera mitad del siglo XVIII. Se consideró una
obra anterior a “Las meninas” (1656), pero actualmente las fechas de su
realización son sobre el 1657-1659. Esta obra fue realizada para D. Pedro de
Arce, Montero del Rey.
En cuanto al análisis técnico se trata de un óleo sobre lienzo, además es una imagen figurativa porque es semejante a la realidad y un retrato colectivo ya que se aprecian
diferentes mujeres. Es sedente ya
que las hilanderas aparecen sentadas y representa la figura completa. Esta
pintura se trata de una escena porque aparecen las hilanderas trabajando con
sus ruecas para obtener el hilo.
En la imagen hay dos escenarios claramente diferenciados por su iluminación. Menos
iluminado aparece el taller donde unas mujeres se encuentran desarrollando
diversas tareas del proceso de hilado. A nuestra izquierda una mujer con la cabeza cubierta, trabajando con una
rueca mientras mantiene una conversación con una joven que descorre una cortina
roja. A la derecha, hay una mujer
que aparece de espaldas al espectador hilando un ovillo de lana, mientras a su
lado aparece medio cuerpo de una joven portando un cesto. En el centro de la composición, vemos otra
joven de la que apenas vemos el rostro y se agacha para recoger los restos de
lana, mientras un gato juega con un ovillo. Al fondo hay una escalera de dos peldaños la cual conduce a una
segunda estancia más iluminada, donde se exponen los tapices del taller, 3 jóvenes
elegantemente vestidas, contemplan a una figura con casco que
interpretamos como Atenea, esta levanta la mano frente a otra joven, Aracne,
retándole a realizar un tapiz que representa “El rapto de Europa” de Tiziano,
el cual admiraba Velázquez.
Este primer plano es realista y el segundo
plano es idealista, ya que se trata de un tema mitológico, en concreto la
fábula de Aracne cuya inspiración literaria deriva de la metamorfosis de
Ovidio. El contenido de la fábula narra la historia de la joven Aracne, una hábil
tejedora de Libia que era muy considerada por su trabajo. Sus admiradoras le
decían que parecía que la misma Atenea le hubiera enseñado a lo que la joven
contestaba que la diosa no tenía nada que enseñarle. Atenea, enfadada, por la
soberbia de Aracne, bajo al taller de esta disfrazada de anciana para
aconsejarle que no hablara así de la diosa. Aracne no hizo caso, por lo que
Atenea decidió presentarse ante la muchacha con todos sus atributos de su poder
y retarla a hacer un tapiz para ver quien lo realizaba mejor. El tapiz que
tejió Aracne era lo suficientemente bueno como para que Atenea se sintiera
molesta, pues además la joven representó en el las aventuras galantes de Zeus,
padre de Atenea. Esta cuando contemplo el tapiz llena de ira golpeo a Aracne
con su lanzadera convirtiéndola en araña y condenándola a tejer eternamente.
Es igualmente destacable el dominio
que demuestra Velázquez en esta obra de la perspectiva
aérea, de manera que las figuras parecen difuminare fruto de la atmósfera
que las envuelve, esto es, el efecto atmosférico, la sensación de que entre las
dos figuras hay aire que distorsiona los contornos.
Respecto a la paleta de colores es muy
reducida, constando de ocres, marrones, rojos y azulados, mientras que los
pigmentos son aplicados muy disueltos con pinceladas sueltas utilizando
manchas, como en el caso del gato o el rostro inacabado de la mujer del centro,
y aplicando capas de color, que de cerca solo parecen manchas pero que al
alejarnos cobran sentido. Los contornos son poco definidos como consecuencia de
la manera de trabajar del pintor, rápida, con seguridad en la pincelada, con un
dominio del color y la pincelada sobre el dibujo.
El artista consigue anticiparse al
impresionismo en 250 años.
La luz es diferente, en el primer
plano es oscura y en la segunda escena aparece más luminosidad. Proviene de una
posible ventana por tanto, es natural, habiendo un único foco de luz, siendo
admirable que con tan poco colorido se obtenga esa excelente luminosidad.
Velázquez ha sabido dar sensación de
movimiento, como se aprecia en la rueca, cuyos radios no vemos, parece quedar
detenida en un momento continuo y en la figura de la derecha que devana la lana
con tanta rapidez que parece que tenga 6 dedos. El autor parece detener el
tiempo en un instante fugaz.
Como
característica no solo del autor sino del Barroco, el autor juega desde el primer momento con la interpretación del tema. Así logró la apariencia de una escena cotidiana que esconde una interpretación
con sentido mitológico.
Podemos
igualmente como Velázquez al final de su vida, rinde tributo a algunos maestros
que más influyen a lo largo de su carrera como hace con Rubens y su “Rapto de Europa” o al reproducir en una
de las jóvenes de nuestra derecha, casi de manera exacta, la postura de uno de
los Ignudis de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, que seguramente contemplaría
en uno de sus viajes a Italia.
Como
finalidad del cuadro Velázquez
quiere indicarnos que la pintura es un arte liberal, igual que el tejido de
tapices, no una artesanía como la labor que realizaban las mujeres.
Desirée Tavira e Irene Doñate.
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