En el arte Románico, uno de
los edificios fundamentales para la sociedad de la época fueron los monasterios, ya que resultaban ser uno
de los lugares más importantes donde se desarrollaba la actividad religiosa. Además
de ésta función, las grandes abadías medievales eran en época del románico, grandes centros de poder económico y político, que reflejaban perfectamente el
monopolio que ejercía la Iglesia en la Europa feudal del Medievo.
En general, los monasterios
se situaban en lugares idóneos en los que la naturaleza creaba un marco ideal
para poder encontrar la espiritualidad religiosa.
El núcleo principal de las
abadías eran los claustros y a su alrededor se disponían la biblioteca, la sala
capitular y la sala de los monjes que era la sala dedicada a la labor
intelectual. También se podía encontrar el comedor, la cocina y el calafactorium, lugar destinado al
aprovechamiento de una fuente de calor. Así mismo, se pueden observar otras
estancias como la bodega, los almacenes, etc. Por último, una parte del
monasterio se reservaba para la construcción de una gran Iglesia, junto a ella se construían otros edificios auxiliares
como enfermerías, molinos, escuelas…
En la época medieval
surgieron una serie de Órdenes religiosas
que alcanzaron una gran relevancia hasta convertirse en las protagonistas del
momento. Una de las más destacadas fue la Órden
Benedictina del Cluny, que fue creciendo poco a poco y adquiriendo poder
hasta lograr su expansión monástica por toda Europa.
Esta Órden realizó rutas de
peregrinación que partiendo de Francia, recorrían territorios y países entorno
a actos religiosos, transmitiendo ideas y conocimientos y logrando la ansiada
unificación cultural de la cristiandad.
En el año 1000, prácticamente toda Europa estaba
unificada bajo un único estilo artístico: el
Románico. Esta uniformidad se debió a que el Cluny además de realizar rutas
de peregrinación, estableció también la tipología
y las características técnicas de
las edificaciones realizadas durante este periodo.
De esta manera se sentaron
las bases del románico cluniacense que se levantaría a lo largo de rutas y
caminos en el siglo XII, dando lugar
a una rápida expansión.
Sin duda, el ejemplo más
grandioso de este poder alcanzado por los monasterios medievales fue la Abadía de Cluny, punto de origen de la
Órden Benedictina y cuya construcción servirá de referencia para toda la
arquitectura románica, ya que constituyó el modelo más perfecto de dicho
estilo.
Situado en la región francesa
de Borgoña, se encuentra el Monasterio de Cluny III, que fue
construido durante tres etapas en los siglos X y XI.
En el siglo X el duque Guillermo I de Aquitania, entregó a
un grupo de monjes un gran territorio donde se construyó el monasterio Cluny I. En la segunda mitad del siglo
X se reconstruyó dando paso al Cluny II.
Por último, en el siglo XI, se afronta la construcción de la tercera abadía de Cluny (Cluny III),
que fue la definitiva y la que como hemos indicado anteriormente se convirtió
en el gran edificio de referencia de todo el arte Románico.
En la abadía de Cluny III, podemos destacar dos aspectos, por un lado, sus
espectaculares dimensiones y por otro lado, su perfección constructiva.
La planta del edificio era de
cruz latina, formada por dos transeptos, 5 naves (1 central y 2 a cada lateral) y una amplia cabecera con girola. Tanto en la
girola, como en los transeptos se construyeron numerosos ábsides.
Este edificio destaca por sus numerosas torres, tres sobre el transepto
principal, y otra en el transepto secundario. A parte de estás, se podían
encontrar dos torres más, situadas en el pórtico.
En cuanto al alzado del edificio,
estaba formado por una nave central de 30 metros de altura, cubierta con una bóveda
de cañón y reforzada con arcos fajones, ligeramente apuntados. Por otro lado,
las naves laterales se cubrían con bóvedas de arista.
No hay que olvidar que en
la arquitectura románica el muro es el soporte tectónico de las bóvedas, y es
en éste donde se abrían pequeños vanos con arcos de medio punto.
Como novedad esta iglesia presenta
el uso de arbotantes para transmitir el peso de la nave central hacia los
contrafuertes exteriores y el uso de los primeros arcos y bóvedas apuntadas,
que serán utilizados posteriormente ambos elementos en el arte gótico.
Actualmente, la iglesia de Cluny
III, conserva en buen estado tan solo una
parte de un crucero.
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