Esta
escultura es una obra renacentista que data del siglo XVI, y pertenece a la etapa del Cinquecento Italiano.
Fue
realizada en 1515 por el escultor
florentino Miguel Ángel Buonarotti.
Miguel Ángel fue considerado uno de los escultores más importantes del Cinquecento
italiano que trabajó en todos los campos: arquitectura, escultura y pintura. Aunque
siempre sintió una gran predilección por la escultura.
Trabajó
principalmente en Florencia para los Médicis, y en Roma para el Papado. Esta escultura
forma parte de las obras realizadas en Roma, pues se trata del sepulcro del Papa Julio II. Originalmente fue diseñado como conjunto exento para
situarse en la basílica de San Pedro del Vaticano, pero finalmente se ubicó
adosado a un muro en la Iglesia de San Pietro in Vincoli de Roma, donde
actualmente se puede contemplar.
La
obra escultórica de Miguel Ángel se divide en tres etapas:
-La
etapa de juventud: A la que pertenecen las obras de La Piedad del Vaticano
o El David.
-La
etapa de madurez: que se considera la etapa de transición entre el Cinquecento
y el Manierismo. A esta etapa es a la que pertenece el Moisés, además de otras
obras como Los Esclavos.
El Manierismo es un estilo artístico que se difundió
en Europa occidental en la segunda mitad del siglo XVI, cuando los elementos
principales del Renacimiento empezaban a entrar en crisis.
Aunque
mantenía muchas de las características más importantes del arte renacentista,
el Manierismo significó un progresivo abandono de la proporción de las figuras,
del uso de líneas claras y definidas y de las expresiones serenas y dulces de
los personajes renacentistas. Este estilo artístico se considera un período de
transición entre el arte renacentista y el arte barroco.
-La
etapa de vejez: se define claramente dentro del Manierismo. A esta etapa
pertenece la obra de La Piedad Rondanini.
Como
ya hemos nombrado anteriormente, esta escultura pertenece a la etapa de madurez
en la que evoluciona hacia unas tendencias manieristas, lo que hace que en sus
obras aumente la inestabilidad, el
movimiento y la expresividad.
Además,
en esta etapa Miguel Ángel abandona los rostros serenos de la etapa anterior, y
desarrolla la expresión de indignación, enfado y violencia contenida que
conocemos como la terribilità. Esta expresividad acentuada se debe no sólo a la
evolución artística del autor, sino también a la enorme influencia que ejerce
en él el conjunto helenístico El
Laocoonte, que fue descubierto en 1506.
En
el momento del descubrimiento Miguel Ángel estaba presente y le impresionó
profundamente, tanto que en el Moisés se pueden observar características
similares al Laocoonte, como son el trabajo en la barba y en el cabello y la
monumentalidad de la musculatura.
Miguel
Ángel, era considerado un gran genio renacentista, por ello el propio Papa Julio II le encargó que
realizase su tumba. En un principio el proyecto estaba destinado a ser una
estructura independiente, con más de 40 esculturas y con unas medidas que
superaban los 10 metros de alto por 7 de ancho. Sin embargo, tras la muerte del
papa el proyecto terminó siendo una tumba con un muro sencillo y con menos de
un tercio de las figuras incluidas en el proyecto inicial.
En referencia a la temática de la escultura, se trata de un tema bíblico en el que se
representa al profeta Moisés, que tras recibir de Yahvé las Tablas de la Ley,
baja del monte Sinaí y observa que el pueblo hebreo está adorando a un Dios
pagano, un Becerro de Oro. Lleno de ira lanza las Tablas contra el suelo. La
escena representada en esta obra es el momento justo antes del rompimiento de
las Tablas, momento de mayor tensión.
En cuanto a sus características técnicas, se trata de una escultura exenta, de
cuerpo entero y sedente, tallada en mármol y adherida al muro.
El autor busca la belleza centrado su interés en la anatomía humana, con un modelado
perfecto en el que luz resbala por el mármol blanco pulido. Logra un gran
naturalismo en los pliegues que forma la caída de las ropas, donde el juego de
luces y sombras, provocadas por las profundas oquedades en el mármol, otorgan
un mayor volumen a la figura.
El Moisés muestra unas claras características renacentistas. Una de
las más destacadas en esta escultura es el movimiento,
que se puede observar en el pelo y la barba, así como en la posición de sus
piernas, la izquierda detrás de la derecha como si fuera a levantase.
En esta obra los detalles del cuerpo son de gran relevancia. Se pueden apreciar en
la musculatura, la hinchazón de las venas, en la expresión de su rostro que aparece
fruncido y en su mirada, que muestra su enfado. Esto es conocido como la famosa
terribilitá
miguelangelesca que el autor
utiliza para cargar a sus figuras de emociones intensas, colocándolas en el
instante previo a la acción. En esta obra corresponde al momento antes del
rompimiento de las Tablas.
La composición
es cerrada y clásica. Los brazos
y piernas, siguiendo tradiciones clásicas,
se componen en contrapposto. En la escultura
se observa una disimetría entre las dos partes del cuerpo. La pierna derecha adelantada,
mientras el brazo del mismo lado se retrae. Y lo contrario en la parte
izquierda, pierna atrasada con brazo adelantado. Toda la figura se enmarca en
un triángulo isósceles con un claro eje vertical generado por la cabeza, barba
y pliegue central entre las piernas. Aunque se podría hablar de una pirámide ya
que la escultura tiene profundidad.
En esta escultura, resultan curiosos dos cuernos que se pueden apreciar en la
cabeza del Moisés. Esto se debe a un error en la traducción. El santo San
Jerónimo, se dedicó a la traducción de la biblia al latín y en el pasaje en el
que se narra la llegada de Moisés del monte Sinaí, tradujo la palabra hebrea
Karam con el significado de cuerno, en lugar de su significado original:
destello o iluminación.
Para finalizar, cabe destacar que la escultura
del Moisés es, entre otras, una de las obras más destacadas de la trayectoria
artística del gran genio renacentista Miguel Ángel.
Como curiosidad, debido a la gran realización
de la obra, en la rodilla se puede apreciar una marca que Miguel Ángel dejó
tras golpear la escultura y hacer la siguiente pregunta: “¿Por qué no me hablas?”, sintiendo que lo único que faltaba por
extraer del mármol era la propia vida.
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