jueves, 19 de febrero de 2015

Retrato ecuestre de Carlos V de Tiziano

Retrato ecuestre de Carlos V de Tiziano



Antes de dar comienzo al comentario de la obra, me gustaría haceros reflexionar sobre la importancia de la pintura visionaria de la época tardía del alquimista del color, quien fue Tiziano Vecellio.

El cuadro conmemora la victoria de Carlos V, en la batalla de Mühlberg. Esta batalla tuvo lugar el 4 de abril de 1547 entre las tropas de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico y las de la Liga de Esmalcalda, con el triunfo de las primeras.

La batalla transcurrió en la ribera del rio Elba, donde se encontraban las tropas de la Liga Esmalcalda. Todo esto ubicado  en la localidad de Mühlberg, hoy perteneciente al estado alemán de Brandeburgo y en aquella época al de Sajonia.

El autor de esta obra fue Tiziano Vecellio, nació hacia 1477/1490 y falleció en Venecia el 27 de Agosto de 1576. Fue un pintor italiano del Renacimiento y uno de los mayores exponentes de la escuela veneciana.

En aspectos generales de la escuela veneciana, destacamos que la pintura del cinquecento dio continuidad a lo ya desarrollado en el quattrocento. Se caracterizó por dar una sensación general de bienestar y calidez. Esta escuela del cinquecento reafirmo múltiples aspectos, como fueron:

·         La plasmación de un mundo alegre, enmarcado en escenarios lujosos.

·         La representación de una atmosfera muy luminosa y llena de color.

·         Se introdujo un tipo de desnudo femenino delicado y sensual.

·         Las técnicas más empleadas fueron la pincelada suelta, que consiste en no utilizar una línea, sino que las figuras se van realizando por medio de pequeñas manchas de colores, pinceladas dadas unas junto a otras, también se le puede denominar como predominio del color sobre la línea. Los efectos que provoca este tipo de técnica son: dar más realismo al cuadro, concebir un paisaje más natural, mejora la capacidad de transmitir las texturas y el aumento de la unificación entre la figura y el fondo.

Por otro lado, la otra técnica empleada fue el sfumato, que consiste en difuminar los contornos de las figuras para crear la ilusión de existencia de aire entre ellas, creando un ambiente real. La invención de esta técnica, así como su nombre, se deben a Leonardo da Vinci.

Volviendo a Tiziano, decimos que fue reconocido entre sus contemporáneos como “el sol entre las estrellas”, en homenaje a la línea final del Paraíso de “La Divina Comedia” de Dante Alighieri.

Tiziano fue uno de los más versátiles pintores italianos, igualmente capacitado para ejecutar escenas mitológicas, cuadros de temática religiosa o retratos y paisajes, siendo estos dos últimos temas los cuales le lanzaron a la fama. Su obra atravesó muchas y diferentes etapas, en las que su estilo cambio drásticamente, provocando que algunos críticos dudasen en lo referente a si él mismo había pintado los cuadros de su primera etapa y los cuadros de sus etapas posteriores.

En cualquier caso, el conjunto de su obra se caracteriza por el uso del color, vívido y luminoso, con una pincelada suelta y una gran delicadeza.

En el cuadro aparece representado Carlos I de España y V del Sacro Imperio Románico Germánico. En todos los reinos y territorios de España era conocido con el nombre de Carlos I desde 1516 hasta 1556, uniendo así por primera vez en una misma persona las Coronas de Castilla, Reino de Navarra inclusive y Aragón. Asimismo fue Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V de 1520 a 1558. Hijo de Juana I de Castilla y Felipe I el Hermoso

Al introducirnos directamente en la obra comentada, decimos que el cuadro nos muestra al emperador a caballo, detenido frente al río Elba; fue ejecutada en el año 1548 por Tiziano, por encargo de la hermana del emperador, la Reina María de Hungría. Es una de las obras más celebres del artista y su único retrato a caballo pintado.

Es un lienzo pintado al óleo de 335 x 283, que pertenece al manierismo italiano y una de las obras más importantes del Renacimiento, ya que inaugura un género que hasta el momento se había tratado muy tímidamente y que alcanza su esplendor en el Barroco: el retrato real a caballo.

La obra se realizó en Augsburgo, tras la negación de Tiziano de venir a España. Comentamos también que Carlos V escogió a Tiziano para realizar numerosas obras, entre ellas la actualmente comentaba, debido a que el artista Tiziano era el predilecto del emperador.

Es el retrato iconográfico por excelencia, todo un símbolo del poder imperial. Representa al emperador como príncipe cristiano, vencedor del protestantismo y como símbolo de la hegemonía de los Austria sobre Europa.

En el cuadro, detrás del emperador observamos tan solo un bosque. Tanto la luz como los colores son cálidos, unos rojos inimitables y unos ocres apropiados al conjunto de la obra. Los colores se extienden con maestría, vivacidad y precisión sobre la manta que cubre al caballo, sobre la bella armadura o sobre el penacho que remata el casco del emperador, este despliegue de color aumenta y enfatiza el contraste, al colocarlos junto a la piel pálida del emperador donde se acusa cierta presencia de vejes y de melancolía. A su vez, el rostro del emperador se nos muestra serio e impasible.

Tiziano utilizó la técnica colorista propia de la pintura veneciana y la aplicó con gran sabiduría a los brillos de la armadura, al rojo y a los reflejos dorados de la gualdrapa del caballo y, sobre todo, a la iluminación y sentido atmosférico del paisaje en el que ha enmarcado al personaje. Especial atención préstamos a la realización pictórica de la armadura, en la que los brillos y las sombras no están, de ninguna manera, dados al azar, sino con una gran precisión individualizadora de aquello que está pintando, aun en sus mínimos detalles. La reciente restauración ha puesto en evidencia el cuidado con que Tiziano realizó no solo la figura, sino también este paisaje iluminado por las luces del crepúsculo y en el que, en su parte derecha, se pueden observar las brumas, y las ciénagas y estanques que, aún hoy día, son características de la ribera del Elba.

Tiziano fue muy hábil, al suavizar los rasgos menos agraciados del monarca (el prognatismo).

Este consiste en una deformación de la mandíbula por la cual ésta, bien en la parte superior o bien en la parte inferior, sobresale del plano vertical de la cara.

En la obra, Carlos V aparece sereno, con la lanza tendida hacia delante con la que crea una diagonal, y con la que indica su necesidad de avanzar. La lanza adquiere en este retrato un doble significado. Por una parte, hace alusión a Longinos, quien fue el que traspasó el costado del cuerpo de Jesús con su lanza; conocida como La Santa Lanza. Y por otro, al arma de San Jorge, caballero cristiano por excelencia.

Así mismo, también es símbolo del poder del emperador como general victorioso. Aunque de todas formas, la pintura no quiso hacer énfasis en la victoria militar, ya que el paisaje del fondo es plácido, sin tropas ni representación alguna de los enemigos derrotados.

Tiziano dota a la imagen del emperador de un aura casi sagrada, en su gesto determinado, impertérrito y ajeno a la fatiga.

Como dato curioso, que habla en favor del rigor histórico del artista, la armadura que viste el monarca es una valiosísima pieza labrada en oro y plata que se conserva en la Real Armería de Madrid.

Destacamos que Carlos V utilizó el arte como ningún monarca lo había hecho hasta el momento, así como su imagen de propaganda política. Tiziano combina los estereotipos de caballero medieval y de caudillo imperial, para crear el mejor resumen de una imagen pública tan compleja como fue la de Carlos V.

Tiziano recibió numerosas influencias, pero el artista más conocido del que las recibió, fue Leonardo da Vinci.

Además de los alumnos a los que tuvo bajo su tutela, entre los que podemos nombrar a Tintoretto, también influyo en artistas posteriores como fueron: Rubens, Velázquez, Rembrandt, Goya, entre otros. Destacamos que El Greco aprendió de Tiziano la pintura al óleo y su gama de colores.

Para finalizar este comentario, hablaremos de alguno de los daños que sufrió la obra, como fue el incidente de Augsburgo, en donde la obra, tras ser acabada, fue derribada por el viento mientras ésta se secaba, resultando dañado en la grupa del caballo, la grieta cuentan que fue reparada por otro artista (Christoph Amberger). Otro daño que recibió la obra fue en el incendio del Alcázar de Madrid en 1734. Se atribuye a este siniestro el oscurecimiento de la zona inferior, donde los colores de la tierra y la hierba se ven quemados y reducidos a un ocre oscuro. 

Afortunadamente y gracias a la última limpieza y restauración de la obra, las partes esenciales se conservan mejor y actualmente se aprecian en todo su esplendor. La obra pasó al Museo del Prado en el siglo XIX, donde en la actualidad se exhibe al público.    



Gustavo Armas y Guillermo Jiménez. 

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