Retrato ecuestre de
Carlos V de Tiziano
Antes de dar
comienzo al comentario de la obra, me gustaría haceros reflexionar sobre la
importancia de la pintura visionaria de la época tardía del alquimista del
color, quien fue Tiziano Vecellio.
El cuadro conmemora la victoria de Carlos V, en la batalla de
Mühlberg. Esta batalla tuvo lugar el 4 de abril de 1547 entre las tropas de
Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico y las de la Liga de
Esmalcalda, con el triunfo de las primeras.
La batalla transcurrió en la ribera del rio Elba, donde se
encontraban las tropas de la Liga Esmalcalda. Todo esto ubicado en la localidad de Mühlberg, hoy
perteneciente al estado alemán de Brandeburgo y en aquella época al de Sajonia.
El autor de esta obra fue Tiziano Vecellio, nació hacia
1477/1490 y falleció en Venecia el 27 de Agosto de 1576. Fue un pintor italiano
del Renacimiento y uno de los mayores exponentes de la escuela veneciana.
En aspectos generales de la escuela veneciana, destacamos que
la pintura del cinquecento dio continuidad a lo ya desarrollado en el
quattrocento. Se caracterizó por dar una sensación general de bienestar y
calidez. Esta escuela del cinquecento reafirmo múltiples aspectos, como fueron:
·
La
plasmación de un mundo alegre, enmarcado en escenarios lujosos.
·
La
representación de una atmosfera muy luminosa y llena de color.
·
Se
introdujo un tipo de desnudo femenino delicado y sensual.
·
Las
técnicas más empleadas fueron la pincelada suelta, que consiste en no utilizar
una línea, sino que las figuras se van realizando por medio de pequeñas manchas
de colores, pinceladas dadas unas junto a otras, también se le puede denominar
como predominio del color sobre la línea. Los efectos que provoca este tipo de
técnica son: dar más realismo al cuadro, concebir un paisaje más natural,
mejora la capacidad de transmitir las texturas y el aumento de la unificación
entre la figura y el fondo.
Por otro
lado, la otra técnica empleada fue el sfumato, que consiste en difuminar los
contornos de las figuras para crear la ilusión de existencia de aire entre
ellas, creando un ambiente real. La invención de esta técnica, así como su
nombre, se deben a Leonardo da Vinci.
Volviendo a Tiziano, decimos que fue reconocido entre sus
contemporáneos como “el sol entre las estrellas”, en homenaje a la línea final
del Paraíso de “La Divina Comedia” de Dante Alighieri.
Tiziano fue uno de los más versátiles pintores italianos,
igualmente capacitado para ejecutar escenas mitológicas, cuadros de temática
religiosa o retratos y paisajes, siendo estos dos últimos temas los cuales le
lanzaron a la fama. Su obra atravesó muchas y diferentes etapas, en las que su
estilo cambio drásticamente, provocando que algunos críticos dudasen en lo
referente a si él mismo había pintado los cuadros de su primera etapa y los
cuadros de sus etapas posteriores.
En cualquier caso, el conjunto de su obra se caracteriza por
el uso del color, vívido y luminoso, con una pincelada suelta y una gran
delicadeza.
En el cuadro aparece representado Carlos I de España y V del
Sacro Imperio Románico Germánico. En todos los reinos y territorios de España era
conocido con el nombre de Carlos I desde 1516 hasta 1556, uniendo así por
primera vez en una misma persona las Coronas de Castilla, Reino de Navarra
inclusive y Aragón. Asimismo fue Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico
como Carlos V de 1520 a 1558. Hijo de Juana I de Castilla y Felipe I el Hermoso
Al introducirnos directamente en la obra comentada, decimos
que el cuadro nos muestra al emperador a caballo, detenido frente al río Elba;
fue ejecutada en el año 1548 por Tiziano, por encargo de la hermana del
emperador, la Reina María de Hungría. Es una de las obras más celebres del
artista y su único retrato a caballo pintado.
Es un lienzo pintado al óleo de 335 x 283, que pertenece al
manierismo italiano y una de las obras más importantes del Renacimiento, ya que
inaugura un género que hasta el momento se había tratado muy tímidamente y que
alcanza su esplendor en el Barroco: el retrato real a caballo.
La obra se realizó en Augsburgo, tras la negación de Tiziano
de venir a España. Comentamos también que Carlos V escogió a Tiziano para
realizar numerosas obras, entre ellas la actualmente comentaba, debido a que el
artista Tiziano era el predilecto del emperador.
Es el retrato iconográfico por excelencia, todo un símbolo
del poder imperial. Representa al emperador como príncipe cristiano, vencedor
del protestantismo y como símbolo de la hegemonía de los Austria sobre Europa.
En el cuadro, detrás del emperador observamos tan solo un
bosque. Tanto la luz como los colores son cálidos, unos rojos inimitables y
unos ocres apropiados al conjunto de la obra. Los colores se extienden con
maestría, vivacidad y precisión sobre la manta que cubre al caballo, sobre la
bella armadura o sobre el penacho que remata el casco del emperador, este
despliegue de color aumenta y enfatiza el contraste, al colocarlos junto a la
piel pálida del emperador donde se acusa cierta presencia de vejes y de
melancolía. A su vez, el rostro del emperador se nos muestra serio e impasible.
Tiziano utilizó la técnica colorista propia de la pintura
veneciana y la aplicó con gran sabiduría a los brillos de la armadura, al rojo
y a los reflejos dorados de la gualdrapa del caballo y, sobre todo, a la iluminación
y sentido atmosférico del paisaje en el que ha enmarcado al personaje. Especial
atención préstamos a la realización pictórica de la armadura, en la que los
brillos y las sombras no están, de ninguna manera, dados al azar, sino con una
gran precisión individualizadora de aquello que está pintando, aun en sus
mínimos detalles. La reciente restauración ha puesto en evidencia el cuidado
con que Tiziano realizó no solo la figura, sino también este paisaje iluminado
por las luces del crepúsculo y en el que, en su parte derecha, se pueden
observar las brumas, y las ciénagas y estanques que, aún hoy día, son características
de la ribera del Elba.
Tiziano fue muy hábil, al suavizar los rasgos menos
agraciados del monarca (el prognatismo).
Este consiste en una deformación de la mandíbula por la cual
ésta, bien en la parte superior o bien en la parte inferior, sobresale del
plano vertical de la cara.
En la obra, Carlos V aparece sereno, con la lanza tendida
hacia delante con la que crea una diagonal, y con la que indica su necesidad de
avanzar. La lanza adquiere en este retrato un doble significado. Por una parte,
hace alusión a Longinos, quien fue el que traspasó el costado del cuerpo de
Jesús con su lanza; conocida como La Santa Lanza. Y por otro, al arma de San
Jorge, caballero cristiano por excelencia.
Así mismo, también es símbolo del poder del emperador como
general victorioso. Aunque de todas formas, la pintura no quiso hacer énfasis
en la victoria militar, ya que el paisaje del fondo es plácido, sin tropas ni
representación alguna de los enemigos derrotados.
Tiziano dota a la imagen del emperador de un aura casi
sagrada, en su gesto determinado, impertérrito y ajeno a la fatiga.
Como dato curioso, que habla en favor del rigor histórico del
artista, la armadura que viste el monarca es una valiosísima pieza labrada en
oro y plata que se conserva en la Real Armería de Madrid.
Destacamos que Carlos V utilizó el arte como ningún monarca
lo había hecho hasta el momento, así como su imagen de propaganda política.
Tiziano combina los estereotipos de caballero medieval y de caudillo imperial,
para crear el mejor resumen de una imagen pública tan compleja como fue la de
Carlos V.
Tiziano recibió numerosas influencias, pero el artista más
conocido del que las recibió, fue Leonardo da Vinci.
Además de los alumnos a los que tuvo bajo su tutela, entre
los que podemos nombrar a Tintoretto, también influyo en artistas posteriores
como fueron: Rubens, Velázquez, Rembrandt, Goya, entre otros. Destacamos que El
Greco aprendió de Tiziano la pintura al óleo y su gama de colores.
Para finalizar este comentario, hablaremos de alguno de los
daños que sufrió la obra, como fue el incidente de Augsburgo, en donde la obra,
tras ser acabada, fue derribada por el viento mientras ésta se secaba, resultando
dañado en la grupa del caballo, la grieta cuentan que fue reparada por otro
artista (Christoph Amberger). Otro daño que recibió la obra fue en el incendio
del Alcázar de Madrid en 1734. Se atribuye a este siniestro el oscurecimiento
de la zona inferior, donde los colores de la tierra y la hierba se ven quemados
y reducidos a un ocre oscuro.
Afortunadamente y gracias a la última limpieza y restauración
de la obra, las partes esenciales se conservan mejor y actualmente se aprecian
en todo su esplendor. La obra pasó al Museo del Prado en el siglo XIX, donde en
la actualidad se exhibe al público.
Gustavo Armas y Guillermo Jiménez.
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